En realidad, no esperaba que la primera entrada de este blog llegara con una noticia de muerte... No la mía, estas letras son evidencia de mi presencia tangible, sino sobre la muerte de una de esas personas que alegran al mundo. El lector bien puede pensar que no hay muerto malo, y que Andrés, al igual que miles de muertos, es uno de esos que alegran el mundo. Pero yo puedo asegurarle, querido lector, que él si era uno de esos dispuestos a cambiar el mundo, y por tanto, es una de esas personas que nos alegraba los ratos.
No sé mucho de él, la vida lo cruzó en mi camino por unos meses mientras trabajaba en la zona 4, la zona centrooccidental de Medellín. Andrés debía tener unos 17 ó 18 años y para mí siempre fue un misterio saber si estudiaba o no, saber qué hacía aparte de reírse todo el tiempo, pues estaba dispuesto para el proyecto fueran las 10 de la mañana o las 10 de la noche. Él era el líder del grupo juvenil Las Maravillitas (creo que se cambiaron de nombre porque éste les parecía muy "gay", pero a mí me encanta), un grupo juvenil conformado por unos 20 jóvenes de la comuna 12, para los cuales el porrismo y el hip hop era su entera diversión. El siguiente fue mi primer encuentro con Andrés, que ayer abandonó este mundo por causa de un licor adulterado...
Llegué a Colinas de Calasanz etapa 2 un jueves, acompañada de mi compañero de trabajo y con un poco de mal genio por el mareo que me provocó el bus y su charla aburridora (que digo, perversa) iniciada por la pregunta "¿tú crees que soy raro?". Ese jueves, a las 8:00pm teníamos una reunión con el presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio, quien nos iba a presentar a los jóvenes que nos iban a hacer el milagrito. Me refiero a un milagro, porque ocho días antes no teníamos sino un grupo de 4 muchachos interesados en los procesos políticos generados en las JAC, y nuestra amable interventoría nos pedía como mínimo 20 para justificar por qué un proyecto como estos en Medellín, la ciudad del "vanagloriado" Altavoz. Gracias a Las Maravillitas, el proceso en la zona 4 terminó con más de 20 jóvenes que se sintieron incluidos en un proyecto de ciudad en el que “siempre quisieron estar” (palabras de ellos).
El presidente nos estaba esperando sentado en un banquito, y en ese momento me arrepentí de no haber sacado una chaqueta en la mañana, pues el viento golpeaba con fuerza. Colinas de Calasanz etapa 2 queda en toda la punta de un morro en los límites de la comuna 12 con la comuna 13, y su excelente ubicación le provee una vista maravillosa pero también los ventarrones más helados de todo Medellín. Una vez saludamos, el presidente empezó a interrogarnos sobre nuestro interés en el barrio y sobre nuestras ganas de trabajar con los jóvenes del grupo juvenil: "mire, si, nosotros somos de la Universidad de Antioquia. Sí, nos interesan jóvenes vinculados a las JAC, claro, claro, con ganas de trabajar... Si, la alcaldía conoce de nosotros; de hecho éste es un proyecto financiado por ellos...". Todas y cada una de las dudas del señor cuyo nombre hoy no recuerdo fueron contestadas, todo con el fin de conocer a los muchachos del grupo juvenil.
Mi compañero y yo empezamos a hablar y a contarles a los jóvenes el objetivo de nuestra visita y, entre enredo y enredo, de qué se trataba el proyecto: “es pa’ jóvenes que estén en las JAC, que tengan ganas de incidir, que quieran cambiar las perspectivas de los jóvenes en Medellín, que sí, que no, que después, que antes, que de pronto, que lo que quieran, que los necesitamos”… Las palabras parecían salir sin mucho sentido, pues la mirada de incredulidad de ese hombre frenaba toda convicción en un proceso; él tenía el sartén bajo el mango, pues ellos esperaban su consentimiento. Pero había que hacerlo y que decirlo, había que terminar mojados ya que nos habíamos echado al agua solitos y sin ayuda.
Una vez hubo silencio, Andrés, como vocero del grupo dijo tres o cuatro cosas y nos preguntó “pa cuándo pues, pa cuándo conocemos a los otros manes”. Todo quedó pactado para el domingo siguiente, tendríamos un taller en el barrio: nosotros les presentaríamos la idea, y ellos nos abrirían su alma. Uff, sí que sentí un respiro cuando me dio su correo y el teléfono de su casa… Eso significaba un adelanto abrumador para semejante entrada.
Ese domingo tiene muchas historias, las cuales no traeré a colación porque para eso ya hice una aburrida relatoría que puedo enviarles si así lo desearan. Lo que no voy a olvidar son las palabras finales de ese día, palabras vocalizadas por Andrés en el marco de la evaluación de las actividades: “Muchas gracias por conocernos, por venir hasta acá, por tenernos en cuenta, porque aquí nadie viene ni piensa venir. Y yo creo que ahora si hacemos parte de algo”.
Evidentemente Andrés, hacés parte de algo, hacés parte de muchas vidas. Sos una maravillita, en todo el sentido de la palabra, y eso sí que es importante. Hacés parte de mi vida y eso es algo que me honra. Feliz viaje, nos veremos pronto.
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